El conjunto de mi obra escrita (poesía, teatro, guiones) y más concretamente la escritura dramática, es concebida como un acertijo laberíntico de palabras, transgresoras en su forma y textura, en su presentación, en su estética, en su imaginería, en su tempo vital… cohabitando íntimamente, por defecto, con una dramaturgia controvertida, reinventada para el vacío y el vértigo que bebe provocar la puesta en abismo. En caída libre y sin red que te proteja, desaprendiendo y sin dejar de jugar como solo saben jugar los niños, con infinita libertad y sin prejuicios en lo que se escribe y se dice, en cómo se dice, en lo que se hace o se deja de hacer… Un todo por el encuentro con el lenguaje y su imagen, escudriñando mil detalles y maneras, para así poder componer atmósferas y ambientes sugestivos, a veces introspectivo y críptico, pero vital, simple y sorpresivo –como un árbol solo en mitad de la nada y más cerca del paraíso que de ningún otro lugar-. Una apuesta cómplice de lo imperfecto, aunque depurada y atrevida, sin artificios, sin el desgaste de lo cotidiano y renunciando a lo decorativo. Huyendo de formas preestablecidas donde el riesgo, con su oportuna duda, nos haga cuestionar el estilo en favor de explorar nuevas vías sobre la estructura teatral y su narrativa, dejando al descubierto un viaje de emociones que brillen con luz y voz propia. Sin trama y sin sentido aparentemente, en el sentido estético de la dramaturgia clásica y sus reglas. Honesto, haciendo lo que uno cree que debe hacer, sin traicionarse –la razón naufraga yo navego– sumergido en la poética del río que nos transborda, inevitablemente, a desembocar en los silencios de la escénica del alma. Este devenir en la contravención, me hace ser un expedicionario, sin retorno, a lo incógnito. Asumiendo el camino en soledad, sin renunciar a expresar abiertamente lo que se desborda en mi interior, pues aunque no quiera, se me rebela –todo era la nada sin movimiento hasta que te vi, entonces comencé y se detuvieron todos los relojes-. Dando origen, por añadidura, a seres complejos de apariencia irreal y desdibujada, que habitan universos mentales y por tanto atemporales, a causa de vivir una realidad erosionada que no les pertenece. Historias frágiles llenas de vida, que nos conducen por vericuetos e invitan a desentrañar esa otra verdad oculta en las palabras que, como flujos de memoria, circulan por las venas de estos errabundos personajes hasta engullirlos. Reducidos al olvido, subsisten gracias a su profundo pozo emocional, indagando y ahondando más allá de sus orillas; deambulando a su antojo por la cuerda floja del destino incierto. Sacudiendo hasta el agotamiento su propia existencia, y emergiendo del naufragio en un cíclico “tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra”. Los caminos son inciertos para hallar la memoria rota doblegada desaparecida. Viajo lento sin aferrarme a nada -casualmente encontrando- a mi paso… Incansablemente